Encuentro En Sepúlveda – Hoces del Duratón (7-9 de junio de 2002)

El Encuentro Nacional de la Asociación J. William Fulbright se celebró en Sepúlveda (Segovia) y en el Parque Natural Hoces del Duratón del 7 al 9 de junio del 2002. Nuestro compañero Antonio Escobar nos preparó un excelente programa en el que combina el disfrute de la naturaleza, las actividades lúdico-deportivas y los aspectos culturales que han caracterizado siempre nuestros encuentros. Puedes ver los detalles más abajo.

El Parque Natural de las Hoces del Duratón dispone en cada una de sus áreas (cañón, bosque de ribera, paramera y arenales) de una interesantísima vegetación y constituye una de las principales reservas de buitres leonados de Europa; además alberga más de 130 especies de aves y cuenta con buen número de anfibios, reptiles, peces y mamíferos.

Programa

Viernes, 7 de junio

Sábado, 8 de junio

Domingo, 9 de junio

Sepúlveda a la Asociación Fulbright

(Bienvenida de Antonio Linage, Cronista oficial de Sepúlveda y la Comunidad de Villa y Tierra)

Recibir en mi Sepúlveda a la Asociación J. William Fulbright es para mí emotivo. Dos de sus miembros me simbolizan entrañablemente sendas etapas de mi vida. Escobar, a través de su padre, espíritu fino y poeta delicado que se enamoró de mi pueblo cuando yo era niño, a quien conocí en la casa de los hermanos Barral, la familia de escultores gestados en la cantería sepulvedana; ya en mi crepúsculo, Guimerá, una de las amistades llegadas a través de la erudición que prueban cómo el polvo de las bibliotecas no seca el corazón. Y la circunstancia de que os presida un hebraísta me despierta una vez mas la nostalgia de lo que pudo ser y no fue.

Desde fuera y aquí, yo veo la iniciativa del senador Fulbright como una fe de erratas de una Europa que se había vencido a sí misma en su locura bélica. Una realidad que humildemente debíamos y debemos reconocer los europeos. Pero sin olvidamos de que, desde el principio, la empresa fue extendida a las siete partidas del mundo. De mar a mar, y desde el río hasta los confines extremos del orbe, en esa poesía bíblica que yo hube de conformarme con contemplar en latín, falto de la noblemente envidiada sapiencia de Mariano Gómez Aranda..

Vuestra asociación de antiguos becarios, se presenta a primera vista en una dimensión horizontal. Reunidos a través de la geografía, de España y de más allá. Pero tiene otra vertical, en profundidad. Vencedora del tiempo, en cuanto mantiene en la madurez lograda la etapa de la promesa. Entre los recuerdos de esperanzas, hechas memoria las esperanzas de recuerdos. Cuando se está consumando el ejercicio profesional, todavía perenne el aliento de la escuela. Non scholae, sed vitae discimus. No se aprende para la escuela, sino para la vida. Así rezaba el adagio clásico. Pero precisamente por eso, la escuela tiene que seguir acompañándonos a lo largo de la vida. Toda la vida es una escuela, escribió por su parte San Benito en su Regla..

Esta vuestra visita a Sepúlveda, también es en principio horizontal, una andadura geográfica. Pero yo me sentiría todavía mas feliz y agradecido, si a vuestro retorno, os llevareis de ella alguna impronta en la verticalidad también. Ahí esta el secreto capaz de mantener el encanto del viaje en esta era de las comunicaciones instantáneas que ha perdido la capacidad para el asombro. Porque si, al vencer la horizontalidad, el hombre ha acabado paradójicamente por perderse a sí propio, habrá vuelto a encontrarse cuando, en la profundidad, descubra el campo sin puertas metafisicamente imposible de agotarse..

Hasta hace poco, Sepúlveda era un lugar recatado, al socaire de las grandes vías. Pero, muy cerca del paso alto entre las dos Castillas. El cual también lo era es los dos mares, y entre el mediodía y el septentrión. Cantando latín las campanas de nuestras iglesias, pero recogiendo sus ecos el hebreo de la sinagoga, y el gregoriano encontrando en la mezquita una prolongación más aún de sus melismas. Lo cierto es que los foráneos elogiaron nuestra hospitalidad, mientras entre nosotros nos quejábamos de preferirlos a los naturales. ¿Se habrá disuelto ello ahora en la vorágine de la indiferenciación que es nuestro signo? Todo es cuestión, perdonadme que insista, de no renunciar a la busca de esa otra dimensión. Yo sólo sé que ese espíritu ecuménico de vuestra Asociación es tambien el mío cuando os hablo, pero como su cronista y en nombre y por cuenta del pueblo que os acoge..

El día 6 de mayo de 1843, Juan-Eugenio Hartzenbusch estrenó en el madrileño Teatro del Príncipe un drama versificado en cinco actos. Se titulaba Honoria. Consiste en una intriga amorosa, protagonizada por dos muchachas abandonadas al nacer, coincidiendo la revelación de sus orígenes con el desenlace en un matrimonio justo y feliz. El primer acto se desarrolla en el cañón del Duratón, que vais a ver y a cuya vera estamos: «que corre por entre una quebrada protundisima – ­acota el autor -. Árboles, peñascos y matas por todas partes; del horizonte se ve muy poco». Uno de los parajes que menciona es El Pozo Sin Fondo, quizás imaginario: Asi – le llaman, por ignorar – todos, que no se le encuentra – fondo, porque es un canal­ – inclinado, que recoge – varios hilos de agua, y va – con ella dentro del río – justamente a desaguar. Poco adaptados nuestros oidos a esta métrica encabalgada. Pero no importa. En cuanto nos deja imaginamos, pensar si queremos, en un pozo que no tiene fondo, si lo preferimos en unos hilos de agua que van al río. Así la vida, así la escuela, así el viaje. ¡Bienvenidos a Sepúlveda y su río pues!.

El rio Duratón, que es nuestro padre. Ya en el Neolítico se cobijaron algunos antepasados nuestros a su vera. En el Bronce, nos dejaron en sus cuevas un mensaje que no ha pasado. Grabaron esquemáticamente el poema del principio masculino y el eterno femenino, interpretando la sucesión de las estaciones como una esperanza en la alternancia de la muerte y de la vida, el poema del etemo retorno si queremos, en todo caso un consuelo antes de que trajera el suyo el cristianismo. El cual no podía por menos, de escoger ese grandioso valle encañonado, para la vida eremítica de sus elegidos. San Frutos, el patrón de la diócesis, le hizo su sede. ¿El encantamiento sacro sucediendo al profano? Yo prefiero no ver ninguna solución de continuidad..

Mas la mención anacorética y obispal ya nos ha llevado a la Villa. Pues los habitantes de antes eran sepulvedanos aunque faltos de ese nombre, de la tierra, pero la urbe tardaría en aparecer. Y fue un castro céltico primero..

Tenia que serlo, pintiparado este emplazamiento entre ríos, en cuanto cabe una península del cañón, el Duratón recibe al Caslilla. Eso hasta que se habló latín. Algunas piedras que nos han llegado en la muralla son romanas. Ahora se esta alumbrando la ciudad sepultada bajo la llanura aledaña, la de la aldea que se llama Duratón como el rio..

En cuanto a los poquísimos antropónimos sobrevividos que nos afloran lapidariamente – un hombre cada uno -, y sus escuetas circunstancias, la curiosidad se nos hace inquietud. ¿No dijo Mommsen que cual los ecos de las campanas de una ciudad antigua sumergida bajo las olas? Quinto Valerio Tuco, de la Legión Segunda, adiutrix, consignó en una inscripción su ofrenda a la diosa Fortuna. Pero esa legión no estuvo en Hispania nunca, y desde Domiciano se acampaba a orillas del Danubio. ¿Qué hacia pues acá ese soldado? De la novela sólo tenemos el título…

Pero que el tiempo no nos borre el espacio. Ya habéis visto Sepúlveda, trepando por las peñas de su asiento su caserío encabalgado. «Como escombrera de cumbres serranas caída del cielo su caseno, viñeta de pergamino isabelino», la vio don Miguel de Unamuno un domingo del mes de las ánimas benditas de 1934. Otro vasco, Ignacio Zuloaga la pintó mas de una vez. Pero lo significativo es que la tuvo presente en muchos otros lienzos suyos, según se ha demostrado, aunque no la tienen por argumento, hasta llegar a verse en nuestra topografía la clave de su inspiración y su visión del mundo..

Pocas las noticias y menos los nombres pues de aquellos remotos días. Y sin embargo, de Sepúlveda sabemos cómo fue dada a luz. En boca del escultor Emiliano Barral, el joven escritor segoviano Ignacio Carral, puso el espíritu de la leyenda: «Yo he sospechado siempre que mi pueblo se hizo por casualidad. Un día, Dios pasaba por allí encima con un montón de casas apiñadas en los brazos, para fundar otro pueblo, quién sabe dónde, y del susto de ver aquellos peñascos y aquellos precipicios se le cayeron todas las casas que llevaba. […] Só1o se quedó vacía la picota del cerro, que estaba demasiado pendiente para que ninguna casa se quedara en ella. Hasta que un día Dios volvió a pasar por allí, y vio sus casas colocadas de un modo tan gracioso. Llevaba en esta ocasión una magnífica iglesia románica para una gran ciudad que él estimaba mucho y quería ver espléndidamente adornada. Y[…] se le ocurrió poner aquella iglesia en la pingorota vacía». Al cabo de mucho tiempo, de paso otra vez, se detuvo en otro vuelo para dar algunas vueltas sobre ese pueblo que ya era su creación predilecta. Le acompañaban sus buitres, con esa misma elegancia con que lo hacen ahora, que son la estética del señorío, aleteando la promesa amorosa y confortando con el vigor paterno. Pues no cabe espectáculo más hermoso, de veras, en el universo todo, sobre el caserío caído del cielo los hermanos buitres del buen Dios. ¿Y el buen Dios qué hizo entonces? Le complació tanto el amor con que los habitantes del pueblo le habían adornado y enriquecido que no pudo contener las lágrimas. Y éstas excavaron los cañones de los ríos..

Con que ya nos salió al paso el románico. El románico sepulvedano, noble de proporciones y espléndido de dimensiones, es además el sello artístico y religioso del segundo nacimiento del pueblo. Pues una tierra muy extensa en torno a él, por los cuatro puntos cardinales, estuvo desertizada en una parte de los siglos altomedievales. Manteniendo algunos habitantes, desde luego, pero también en los desiertos los hay..

Románico que también se moldeó en un crisol de gentes y maneras de acá y de acullá. Pues se nos ha señalado la influencia de lo aragonés, lo de Jaca. Pero en la aldea de El Olmo podemos ver unos modillones de impronta cordobesa. Y el marqués de Lozoya distinguió las piedras de los franceses, que bebian vino, de los ladrillos de los nativos, que bebían agua. Aquí tenemos las dos muestras..

A la vez, el Fuero. Otorgado por el mismo conde repoblador, Fernán González. La ordenación jurídica de la vida en esta tierra en un marco de libertad municipal a la sombra del rey. Que la villa no quiso nunca tener otro señor. Y sólo dos palacios podía haber en ella, el del rey y el del obispo. A este último le prefirieron tener lejos, en Segovia, desaprovechando la ocasión de haber consolidado la diócesis sepulvedana que Alfonso VI dio a la metrópoli de Toledo, a la vez que a la abadía de Silos el priorato de San Frutos. Claro que perdimos los esplendores catedralicios, que nos habrían empalmado en estas postrimerías con esas felices ciudades que teniendo obispado no tenían gobierno civil..

Y siguió la vida. El ábside románico de la Virgen de la Peña fue enriquecido con un retablo que es obra maestra del arte barroco y supo llegar a la perfección en el maridaje de los espacios. «La lámpara del presbiterio ardía día y noche ante el retablo, labrado como joyel de reyes. Los áureos racimos de la vid evangélica parecían ofrecerse cargados de fruto». Es de Valle-Inclán. Tambien la catedral gótica de Segovia se revistió de esa gloria para honrar al humilde ermitaño Frutos, mientras en el lugar de su vida y milagros seguía aromándole la devoción rústica..

Habían pasado los tiempos capaces de alumbrar las leyendas épicas. En su singularidad recóndita, Sepúlveda vivió de soñarse a sí misma. Abrigando siempre una cantera de personajes barojianos que no encontraron su novelista. Del último de sus escritores románticos, que a veces firmaba Riotaliso, anagrama de «El Solitario», se dijo habría podido ser su Rodenbach..

¿Somos unos graves ascetas? La tierra y el clima sí que nos son austeros. Por eso mismo estamos acaso en mejores condiciones para valorar los goces que la vida nos depare. Espero que así los gustéis. El inolvidable Cándido, nuestro Mesonero Mayor, después de recorrerse las cocinas de las siete partidas del mundo, hasta las de esa isla de Samoa, un lejano lugar cuyo nombre ha entrado felizmente en nuestra topografía, me dijo que ningún plato all over the world tan suculento como un par de huevos fritos con el aceite un poco verde y chorizo de la olla..

Un poeta local escribió:

    Las casas
    dan de su desnivel claras señales
    y a nadie maravilla
    ver un burro asomado a una buhardilla.

Y también:

    Hay una torre
    que hace cosquillas a la luna:
    Es la del Salvador
    sin duda alguna.

Y otra singularidad de nuestro paisaje es que cambia a pocos pasos que se den. De manera que resulta inagotable, tanto como París en las novelas de Balzac y de Víctor Hugo. La ilustración sin fondo de un libro que desde hoy tiene la página nueva de vuestra visita..

Al cantar Antonio Machado a Emiliano Barral, el escultor que había sacado de nuestras canteras el retrato del poeta, empezaba así:

    Y tu cincel me esculpía
    en una piedra rosada
    que lleva una aurora fría
    eternamente encantada.

Yo me permito enmendarle. Querría que Sepúlveda os fuese una aurora cálida.

Antonio Linage

______________________________________________

D. Antonio Linage Conde es notario del Ilustre Colegio de Madrid, historiador, poeta, estudioso del monacato en Occidente, y reconocido especialista en San Benito y los benedictinos. Sepulvedano de nacimiento, es Cronista oficial de Sepúlveda y la Comunidad de Villa y Tierra.

Fotos