Tertulia Fulbright: El judaísmo: cultura y tradición

D. Mariano Gómez Aranda,
Investigador del CSIC,
Departamento de Biblia y Oriente Antiguo
martes 1 de abril de 1997
Resumen por Antonio Escobar

Al hablar del origen del pueblo judío, tendríamos que acordarnos del célebre versículo bíblico «en el principio creó Dios los cielos y la tierra», porque la Biblia, entre otras muchas cosas y sobre todo, nos cuenta la historia del pueblo de Israel. A pesar de ser el libro que más influencia ha tenido en nuestro mundo occidental, la Biblia es muy desconocida. Por ejemplo, no todo el mundo sabe que en el relato de la creación jamás se menciona la manzana; o que Matusalén es el paradigma de la longevidad porque vivió 969 años; por otra parte, según el sentido bíblico, la palabra «onanismo» no significa «masturbación» sino coitus interruptus; en la Biblia hay historias desconocidas como la de Jefté, que había ofrecido a Dios lo primero que se encontrara al llegar a casa si ganaba la batalla contra los enemigos de Israel, y tuvo que sacrificar a su propia hija porque fue la primera que salió a recibirle (y esta vez el ángel de Dios no detuvo la mano con el cuchillo).

Los relatos de Abraham, Isaac y Jacob, el paso del Mar Rojo con Moisés al frente de los israelitas (que luego Cecil B. DeMille se encargaría de mostrarnos con todo su esplendor en «Los Diez Mandamientos»), las historias de Sansón y de los reyes de Israel, David y Salomón, y el exilio de Babilonia, son momentos significativos de la historia de este pueblo. Un pueblo que, a pesar de haber tenido que competir con grandes imperios y, entre otras cosas, por no poseer una tierra propia, ha sabido mantener sus tradiciones y sus señas de identidad a lo largo de muchos siglos.

El texto bíblico hebreo ha sido fijado en dos momentos de la historia: el texto consonántico se fijó entre los siglos I-II d.C. y las vocales y acentos, a partir del s. VI. Desde entonces el texto de la Biblia hebrea se ha transmitido con total y absoluta fidelidad.

Después de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. comienza la diáspora de los judíos por el mundo y, probablemente, sería en esta época cuando llegaron a la Península Ibérica. Los judíos ocuparon puestos importantes tanto en las cortes de los reyes musulmanes como en las de los cristianos; pero la situación para los judíos fue empeorando cada vez más, a medida que aumentaban los esfuerzos por convertirlos al cristianismo. La expulsión de 1492 fue anunciada por los Reyes Católicos como un método para evitar la influencia judía en los que recientemente habían decidido tomar los sacramentos. Comenzó así la que se conoce como «diáspora sefardí», la dispersión de los judíos españoles principalmente por los países del Mediterráneo, Holanda y América.

Los judíos askenazíes, de origen centroeuropeo, tuvieron una historia muy diferente de la de sus homólogos españoles; mucho más fieles a las tradiciones rabínicas, no participaron del intercambio cultural con cristianos y árabes del que se enriquecieron los judíos que vivieron en nuestras fronteras.

El acontecimiento más dramático que han vivido los judíos de Centroeuropa en el siglo XX ha sido el holocausto nazi. Después de esta terrible experiencia, la creación del Estado de Israel en 1948 ha significado para los judíos la posesión de una tierra propia anhelada durante muchos siglos.

En los participantes a la tertulia despertó gran interés la cuestión de qué significa ser judío. Un gran abanico de posibilidades se nos presenta como respuesta: desde el que piensa que ser judío simplemente es el hecho de nacer de una madre judía, hasta el que considera que hay que cumplir al pie de la letra todas las normas, tradiciones y costumbres de la religión judía para considerarse como tal, nos encontramos con todas las opciones posibles. A propósito de este tema, tres días después de esta tertulia apareció una noticia en El País (4/4/97) que llevaba como titular «La cuestión de quién es judío divide a Israel y lo enfrenta con Estados Unidos», lo que demuestra la actualidad que tiene este problema.

El misterio que ha rodeado a los «Manuscritos del Mar Muerto» en estos últimos años también estuvo presente en nuestra tertulia. No existe ningún misterio sobre estos manuscritos; prácticamente todos están publicados, traducidos y al alcance de cualquiera. Los manuscritos bíblicos encontrados en esta zona vienen a corroborar lo que ya se sabía: la existencia de una pluralidad de textos bíblicos anterior a su fijación.