Tertulia Fulbright: El Islamismo radical: desafío y respuestas
Carlos Echeverría,
Profesor asociado de Relaciones Internacionales en la UNED
martes 2 de octubre de 2001
Resumen por Amparo Balaguer
La lucha de Bin Laden no es por los palestinos, su objetivo va mucho más allá», afirmó Carlos Echeverría.» Es eliminar Israel y Arafat, al que ve como un apóstata». Según Echevarría, se trata de «un mesianismo que escapa a miserias nacionales y regionales. Una guerra contra infieles y apóstatas».
Para este experto en temas de defensa, el choque de civilizaciones no se puede aplicar a la situación actual y quienes, desde una posición cómoda, así lo afirman, «están haciendo mucho daño». «Los comentarios acerca de si Occidente hubiera debido intervenir antes en la cuestión palestina, no son de recibo», dijo. «Son una forma de aberración como otra y sólo contribuyen a alimentar la maquinaria terrorista».
Echeverría sostuvo que se han escrito muchas barbaridades. Las más dolorosas sólo pretenden criticar y no comprenden la esencia última de Bin Laden. «La actitud maniquea», afirmó, «es mala tanto por parte de Bin Laden como por la nuestra». «Lo que hay que hacer es lograr que las sociedades maduren y el buen gobierno se haga realidad».
También mantuvo que se trata de un terrorismo nuevo, cuyas raíces son complejas. Que, con el paso del tiempo, los movimientos islámicos radicales han ido evolucionando hacia el internacionalismo y que su fín último no es otro que «romper las fronteras impuestas por el occidentalismo y buscar el martirio, eliminando a falsos impíos y a quienes les rodean». «Es una visión que no ofrece alternativas, que no tiene nada que conseguir. Lo que hace el combate completamente distinto», explicó.
Respecto a la inmolación, dijo que en la organización clásica no ha existido. «Es un desafío que ha sorprendido a quienes no querían darse cuenta», y ya tuvo precedentes en el atentado a las torres gemelas de 1993 o en diciembre de 1994, cuando una falange de la Matanza de Argel quiso estrellar un avión en el centro de París. «Los últimos atentados», afirmó, «simbolizan el poder opresivo e infiel a eliminar. Las torres gemelas son el poder político; el Pentágono, el militar».
Como autor de diversos libros, Echeverría señaló que el Islam y el orbe musulmán abarcan hoy 1.200 millones de personas frente a los 220 millones del mundo árabe, y que por las tendencias demográficas actuales se trata de una religión en crecimiento. «La foto será cada vez más asiática, en lugar de árabe», predijo. Y quiso destacar la importancia del mundo árabe en ser elegido por el profeta para transmitir su religión, a la vez que faro iluminador cultural; de Egipto surgió el Movimiento Social de los Hermanos Musulmanes, copiado por otros.
También subrayó que, en su momento, el triunfo del Ayatollah Jomeini revolucionó las relaciones internacionales y el mundo de los analistas. Ésta fue la primera secta del Islam que consiguió el poder político en Irán y animó a otros movimientos de los años 80, «que se sucedieron a velocidad de crucero». «Para quienes no les conocemos son la amenaza del siglo XXI», dijo. «Venían actuando desde tiempo atrás en comunidades políticas, haciendo mucho daño. Y ahora han surgido a partir de una serie de procesos que han tomado derroteros distintos en cada estado». E insistió en que «jamás hay que generalizar. Los acontecimientos requieren una explicación profunda».
Finalmente, añadió que la revolución de Irán, la derrota de Afganistán y el fin de la Guerra Fría «configuran un momento complejo y resbaladizo que permitió a estos grupos ser conscientes de su poder e influencia». De Argelia, «país laboratorio», dijo que es quien más sangre ha puesto en manos de organizaciones radicales y donde mejor se estudia el fenómeno; de Libia destacó haber sufrido el islamismo radical en gran medida, lo que constituyó un problema muy serio a mediados de los 90. «Pero la gran contradicción de esta historia, tan triste, es que el islamismo radical haya sido alimentado por los mismos regímenes que ahora lo están combatiendo», dijo.