En Memoria de Javier Muñoz

Publicado el 5 septiembre 2007 | Archivado en Socios | Salir del comentario

Javier Alvarez (izq.) en la Cena de Verano de la Asociación, 2006Nuestro compañero de la Asociación, Javier Muñoz (1945-2007), falleció el 5 de septiembre de 2007, a los 61 años de edad. Sus amigos le seguimos teniendo presente en cada uno de nuestros encuentros. Ellos y algunos familiares han compartido estas memorias. Mariano Gómez Aranda, que fue Presidente de la Asociación J. William Fulbright en España entre 1999 y 2004 le recuerda como una de las primeras personas que conoció en la Asociación, en una conferencia sobre Astronomía celebrada en Cerdecilla en 1995. Menciona su presencia en las tertulias del café Moliere, su ironía y su sentido del humor. Mariano destaca que junto a su timidez, Javier era muy participativo, y que cuando se aficionó a la fotografía se convirtió en la memoria gráfica de la Asociación. También tuvo papel destacado en su página web –de la que fue primer web master. La revista de la Asociación, Fulcro, le debe gran parte del material gráfico del que se ha nutrido.

Isabel Menéndez-Ros cree que sus cualidades, que no se interesaba en mostrar, eran enormes. Destaca su increíble sentido del humor, su gran imaginación y su capacidad para la escritura. Habla de él como hombre discreto absolutamente, al que le gustaba estar en un segundo plano. Le recuerda muy leal y entregado a los amigos, comprometido. Su presencia era cómoda y segura. También recuerda su admiración por nuestro actual Presidente, Antonio Escobar, al que tenía gran cariño y respetaba mucho como artista.

Agustín Guimerá, historiador y también miembro de la Asociación, destaca el gran sentido del humor, flemático, ingles que desplegaba Javier. Le recuerda presumido y elegante, un dandy romántico, agradecido por todo, disfrutador de todo, le encantaba la vida. Como historiador que es, Agustín destaca que su memoria de los viajes, la contramemoria que Javier realizaba, era aguda. Menciona que tenía fama de ser un gran profesional, y da fé de sus dotes como excelente fotógrafo.

Josefina, que fue su esposa, y Berta, su hija, nos presentan retratos Íntimos, que nos ayudan a conocerle algo mejor. Josefina destaca que Javier era afable y conciliador, fiel, modesto, cariñoso y respetuoso.

Berta habla de su padre como una gran persona, bueno, sensible, reservado, muy amigo de sus amigos. Recuerda su curiosidad, y su interés por todo: Un joven que estuvo fascinado por el vuelo sin motor, los idiomas, como el ruso, el chino, o el alemán, a cuyo aprendizaje se entregó en gran medida como autodidacta. Su espíritu artístico dejó marca en miniaturas, fotos y collages. Le gustaba el teatro, y los talleres literarios. Amante de la tecnología y de las novedades. Berta dice que Javier se entregaba mucho a las cosas que hacía. Era muy manitas, habilidoso, con una capacidad innata para arreglar cualquier cosa, perfeccionista y meticuloso. También le recuerda concienzudo y todazo: «se mantuvo activo, trabajando con ilusión en sus fotos, hasta cuatro días antes de fallecer». Destaca su carácter, nada convencional: le gustaba formarse sus propias opiniones, con independencia y criterio propio. Cree que una de las enseñanzas importantes que su padre le enseñó es que las cosas que gustan hay que llevarlas a cabo y hacerlo lo mejor posible.

Raúl Gil, que nos acompañó en el viaje de la Asociación Fulbright a Pekín nos envía esta semblanza: «Javier mochila al hombro… y con su cazadora de instantes, siempre ojo avizor, cómplice de cualquier reto a la interconexión. Con humor disponible para mantener la comunicación fuera de los tópicos. Ávido de conocer. Haciendo un mundo de las pequeñas cosas, del estudio del paso del tiempo en mundos microscópicos. Compañero de apetitos que apaciguan el alma, uno de ellos la cerveza; con la que brindo por él y los suyos.»

Yo conocí a Javier Muñoz en las primeras Tertulias a las que asistí, en 2004. Cerca de él me sentía bienvenida. La simpatía mutua fue origen de conversaciones intensas sobre temas que a ambos nos interesaban. La misma simpatía que nos convirtió en compañía cercana en el viaje a Pekín en 2005, cuya foto de grupo, tomada por Javier preside en mi salón. Esos días fuimos trío, mi hermano, él y yo. Juntos exploramos parques, palacios, mercadillos, joyeros, calles y clubes. Juntos nos acodamos casi cada noche en la barra del bar de la planta 26 de nuestro hotel, disfrutando de vistas cosmopolitas, de buena compañía. Javier era un hombre poliédrico, capaz de llegar a muchas realidades, de vivirlas y experimentarlas. De tiempo en tiempo nos acompañaba en alguna fiesta familiar. Mi última propuesta de invitación fue para la misma noche de nuestra Junta Anual 2007. Declinó porque «prefería ya no salir de noche». Sin embargo me dijo que tras la comida iría a hacer fotos a la Gran Vía. Era el día del desfile del orgullo gay y no quería perder la oportunidad de captar imágenes, colores y vida, como en Pekín. Tuvo una sed tranquila e intensa por vivir y siempre fue la suya una gran presencia cuando estaba cerca, discreta. Qué gran hueco deja un amigo que no es ruidoso ¿Cómo llenar el vacío del no ruido?

Olga Gil

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