Los eclipses que vienen. Resumen de la conferencia de Mario Tafalla
Publicado el 9 diciembre 2025 | Archivado en Otras noticias, Tertulias Fulbright | Salir del comentario

Los eclipses siempre tuvieron algo mágico. Las personas que los observan, aunque sean astrónomos, se conmueven intensamente ante el “prodigio”, sienten una conexión con eso que sucede tan lejos de la Tierra.
Estamos en una época especial en la que podremos observar desde España tres eclipses solares:
– el 12 de agosto de 2026, será un eclipse total.
– el 2 de agosto de 2027, también será total.
– el 26 de enero de 2028, será un eclipse anular.
Hace más de cien años que no se ve un eclipse total de Sol desde la Península Ibérica. El último fue el 17 de abril de 1912, dos días después de que se hundiera el Titanic y tal vez la luna nueva -necesaria en un eclipse solar- contribuyera a la tragedia.
¿Qué conviene saber para disfrutar con intensidad de este espectáculo de astros?
¿Por qué se producen los eclipses?
El tamaño, las distancias y las trayectorias del Sol, la Tierra y la Luna los hacen posible. El hecho de que el Sol sea 400 veces más grande que la Luna y esta se mueva a una distancia 400 veces más cerca de la Tierra nos muestra a los dos astros casi del mismo tamaño, la Luna puede ocultar el Sol para nosotros. Si el Sol fuera más grande o la Luna estuviera más lejos, nunca veríamos un eclipse total de Sol.
Cuando el Sol, la Tierra y la Luna se alinean, el astro que está en el medio proyecta su sombra sobre el otro. Si es la luna la que se interpone, su sombra se proyectará sobre la Tierra y habrá un eclipse de Sol. Si la Tierra está entre el Sol y la Luna, su sombra se proyectará sobre esta y habrá un eclipse de Luna.
Si lo pensáramos con simpleza, ateniéndonos solo a las órbitas de la Luna, cada luna llena tendríamos un eclipse de Luna y cada luna nueva, uno de Sol. Pero esto no ocurre porque el plano en el que orbita la Luna alrededor de la Tierra y el que orbita la Tierra alrededor del Sol tienen una inclinación de 5º uno respecto del otro. Entonces, en muchas ocasiones la Luna pasa por debajo o por arriba de la línea que une a la Tierra con el Sol y los tres astros no están alineados.
Solo se alinean dos veces durante la órbita terrestre, cuando la Luna pasa por los nodos o puntos de intersección entre su plano orbital y el de la Tierra; lo que ocurre con un intervalo de unos seis meses (173,31 días) y se denominan “estación de los eclipses”. Estas estaciones son los períodos del año en que, por la alineación de la Tierra, el Sol y la Luna, es más probable que se produzcan eclipses. Tienen una duración de 35 días.
Los eclipses ocurren en pareja: cuando se produce uno de Sol, media lunación después hay uno de Luna. Lo que nos da entre cuatro y siete eclipses al año, contando los de Sol y los de Luna, con al menos dos eclipses de cada uno.
¿Por qué no ocurren siempre en la misma fecha?
Porque la línea de nodos -donde se intersectan los planos orbitales de la Tierra y la Luna- se desplaza retrógradamente (en sentido opuesto al movimiento de rotación de la Tierra) cada año. Debido a que las órbitas de los dos astros están sujetas a las fuerzas gravitatorias del Sol, otros planetas y las mareas terrestres, no son constantes ni conmensurables. Así la línea de nodos se desplaza en un giro completo cada 6798 días, por lo que el Sol pasa por un mismo nodo cada 346,62 días, lo que se llama año eclíptico. Entonces, la época de eclipses se adelanta 18,6 días cada año.
Cómo se predicen los eclipses
Para que se produzca un eclipe, el Sol y la Luna deben estar en determinadas posiciones con respecto a la Tierra. Si el Sol y la Luna están cerca de la línea de nodos de la órbita lunar, en fase de luna nueva habrá un eclipse de Sol y en fase de luna llena, uno de Luna. Estas posiciones se repiten en forma periódica.
Relacionando el tiempo que transcurre entre dos lunas llenas consecutivas -mes sinódico o de lunación- que es de 29,5 días con la duración de un año de eclipses -346,62 días- se calcula que tras 19 años de eclipses el Sol y la Luna estarán en la misma posición con respecto a la Tierra y la Luna estará en la misma fase. O sea, que se producirá un eclipse, de Sol o de Luna, en las mismas condiciones. A este lapso de 19 años se llama “ciclo saros”. Este nuevo eclipse no se verá desde la misma zona de la superficie terrestre porque un saros dura 6585,32 días y ese tercio de día extra hace que la Tierra no esté en la misma posición; aunque en tres ciclos saros (unos 54 años) sí se verá aproximadamente desde la misma posición geográfica.
Los eclipses separados por un saros forman una serie o familia que se enumeran. Se eligió la serie que comenzó con el eclipse del 4 de junio de 2873 a. C. como la número 1 de los eclipses de Sol. Actualmente están activas las series solares 117 a 156 y las lunares 110 a 150.
Esta periodicidad de los eclipses ya era conocida antes de nuestra era. El registro histórico más antiguo es una tablilla de arcilla escrita en signos cuneiformes encontrada en Irak.
El término saros lo introdujo Edmond Halley (sí, el del cometa) en el siglo XVII, que lo encontró en la gran enciclopedia bizantina Suda.
Etimológicamente saros puede asociarse al verbo griego que significa “barrer”, poéticamente “barrer el cielo con una serie de eclipses”, ya que cada eclipse se desplaza 120º hacia el oeste con respecto al anterior.
Clases de eclipses
Un eclipse de Sol puede ser total, anular, híbrido o parcial. La sombra que la Luna proyecta durante un eclipse tiene dos zonas: umbra y penumbra. En la umbra la Luna oculta completamente al Sol y desde esa zona el eclipse es total. En la penumbra, la ocultación es parcial y desde allí se observa un eclipse parcial. La zona de la Tierra recorrida por la umbra se llama franja de totalidad.
Los eclipses anulares se producen en una configuración semejante al eclipse total pero cuando la Luna se encuentra en su parte más alejada de su órbita con respecto a la Tierra. Así, el cono de umbra no toca la Tierra y desde su prolongación, llamada zona de antumbra, la Luna no oculta completamente el Sol que se ve como un anillo brillante.
El eclipse híbrido es una combinación de eclipse anular y total. Se produce cuando la Luna está a una distancia determinada de la Tierra: lo bastante cerca para proyectar la umbra pero solo en algunas zonas, en las que el eclipse se ve total; en otras, se verá como anular. Esta clase de eclipse es muy poco frecuente.

Los eclipses lunares se clasifican en tres tipos: total, parcial y penumbral.
En el eclipse total la Luna pasa por la zona de umbra de la sombra que proyecta la Tierra y no recibe la luz del Sol directamente sino a través de la atmósfera de nuestro planeta lo que le da ese color anaranjado, porque la atmósfera dispersa mejor las ondas más cortas (azules y violetas) y las más largas (rojos y naranjas) mantienen en mayor proporción la dirección inicial.
En un eclipse parcial solo una parte de la Luna entra en la zona de umbra y el resto queda en la penumbra. Como se produce una disminución importante de la luz que recibe, se puede ver la parte que está en la umbra. Es muy interesante mirar la curva de la sombra que se dibuja en la Luna porque es la de la curva de la Tierra, diferente a las que vemos durante las fases de la Luna.

Ciencia con eclipses
Los eclipses solares permiten observar partes del Sol que no son observables directamente de otra manera y ya en el siglo XVIII los astrónomos empezaron a viajar para verlos. El interés en esos momentos estaba centrado en la corona solar (la capa más externa de su atmósfera), visible únicamente durante un eclipse porque la luz de la estrella es tan intensa que no permite verla. Aún hoy esta parte del Sol -formada por un gas de entre 1 y 3 millones de grados centígrados- es un problema astronómico de mucho interés. En junio de 1806 el astrónomo español José Joaquín de Ferrer (1763-1818), habiendo observado un eclipse de Sol total desde Nueva York, bautizó como “corona” a esta estructura y estableció que pertenecía al Sol, ya que había dudas sobre si esa luz formaba parte de la Luna. En 1931 se inventó el coronógrafo, un instrumento que oculta el disco solar y permite observar la corona, ya no es necesario que haya un eclipse total.
Otro gran descubrimiento fue el del helio, que es el segundo elemento más abundante del universo (el primero es el hidrógeno). El astrónomo francés Jules Janssen (1824- 1907) observando el eclipse total de Sol del 18 de agosto de 1868 desde India detectó con un espectroscopio una línea amarilla brillante que atribuyó al sodio. Pero pocos meses después el astrónomo inglés Norman Lockyer (1836-1920) observó la misma línea en el espectro solar y observó que no aparecía en el espectro terrestre, por lo que dedujo que se trataba de un elemento que solo existía en el Sol. En 1882 se encontró helio también en la Tierra analizando la lava del monte Vesubio.
El 29 de mayo de 1919 un eclipse total solar permitió comprobar la teoría de Einstein según la cual la fuerza de gravedad del Sol desvía la trayectoria de la luz procedente de estrellas lejanas; lo cual solo puede observarse durante un eclipse total de Sol. A finales de ese año The New York Times hace famoso a Einstein dedicándole tres artículos.
¿Qué mirar en un eclipse de Sol total?
En estos eclipses se produce una ocultación progresiva del Sol por el desplazamiento de la Luna. Como esta está en fase nueva no se ve hasta que empieza a superponerse al Sol. Lo irá cubriendo en un eclipse parcial hasta que sus discos coincidan en un eclipse total y seguirá su trayectoria en un eclipse parcial hasta dejar de cubrir el Sol.
Aunque los eclipses pueden durar unas horas, el momento de totalidad es corto. Por ejemplo, el que ocurrirá el 12 de agosto de 2026 tendrá una duración completa de dos horas mientras que la totalidad no llegará a los dos minutos en ningún lugar de la Península.
Apenas antes y después de la fase de totalidad hay dos espectáculos:
– el anillo de diamante. Se produce unos segundos antes de esta fase, cuando la Luna ya se ha interpuesto casi completamente y solo deja un filo de luz solar en un borde que semeja un anillo con un diamante engarzado de gran brillo.

– las perlas de Baily. Justo antes y después de la totalidad el borde continuo que parecía un diamante se fragmenta en cuentas de luz producidas por la orografía de la Luna. La última luz solar intensa nos llega a través de sus montañas, cráteres y valles. Estas perlas fueron bautizadas en homenaje al astrónomo británico Francis Baily (1774-1844) y tuvieron gran importancia en el estudio del relieve de la Luna.

Durante la totalidad, si miramos al cielo, veremos un círculo oscuro -la cara oculta de la Luna- rodeado de un halo de luz tenue. Este halo de luz es la atmósfera del Sol y está formado por dos capas: la más interna es la cromosfera, a la que pertenecen las zonas rojizas del anillo de diamante y las perlas de Baily, que se ven así por la emisión de hidrógeno de esta capa, y la capa más externa es la corona. Esta capa emite una luz tan tenue comparada con la de la superficie solar que solo se puede observar durante la fase de totalidad del eclipse en la que aparece en todo su esplendor.
Si miramos a la Tierra también veremos cosas de asombro. Mientras el eclipse es parcial la luz del sol al pasar entre las hojas de los árboles produce sombras con formas de medialuna. Lo mismo podemos observar con cualquier cosa que tenga agujeros o recree un dispositivo de cámara oscura (ver la imagen del inicio). Cuando llegamos a la fase de totalidad la calidad de la luz es muy distinta -de anochecer- y la temperatura baja bruscamente. Desde el siglo XIII hay registros de que la conducta de los animales cambia -algunos se agitan mucho, otros adoptan sus conductas nocturnas. Más allá de las observaciones personales es muy difícil hacer un estudio sistemático sobre sus patrones de comportamiento porque los eclipses solares totales no son frecuentes y ocurren en regiones muy diversas del planeta.
Este anochecer en pleno día también conmueve a los humanos, muchos lo describen como una extraña comunión entre la conciencia de nuestra insignificancia con respecto al cosmos y la sensación de participar en esa danza que ocurre en el cielo.
Cómo mirar un eclipse de Sol
Es imprescindible usar gafas específicas, llamadas “gafas de eclipses” que se adquieren en tiendas especializadas y en planetarios. Así podremos mirar directamente al Sol pero por cortos períodos, inferiores a un minuto.
Las gafas seguras deben llevar la inscripción “EN ISO 12312-2”. Atención, si solo pone “ISO 12312-1” indican que son de uso general, no aptas para mirar el Sol. Los filtros deberán estar en buen estado, sin rayaduras, dobleces, ni zonas más claras. Se pueden probar mirando una bombilla incandescente.
Estas con las recomendaciones de la Comisión Nacional del Eclipse para saber si unas gafas son seguras. Se pueden adquirir en los puntos de venta del Centro Nacional de Investigación Geográfica o en su tienda virtual.
Cómo será el eclipse total de Sol del 12 de agosto de 2026
Comenzará a las 17.34 h (hora de la Península e Islas Baleares) en el mar de Bering y terminará a las 21.58 h en el océano Atlántico, durará 264 minutos. La franja de totalidad entrará a España desde el oeste y la cruzará hacia el este pasando por A Coruña, León, Bilbao, Zaragoza y Valencia hasta Palma de Mallorca. En el resto de la península se verá como un eclipse parcial.
En Galicia empezará a las 19.31 h terminará a las 21.22 h, con un momento de totalidad desde las 20.27 h hasta las 20.32 h. En el último lugar en el que se verá, en Palma de Mallorca, comenzará a las 19.38 h y tendrá su momento de totalidad a las 20.32 h. La web del CNIG proporciona un visualizador del recorrido geográfico del eclipse a cada momento.
Aunque en España el eclipse se verá en sus últimas fases será un muy buen lugar de observación por lo que es de esperar un gran número de turistas.
Como sucede a muy baja elevación (cada vez más baja hacia el este) hay que buscar un lugar despejado de obstáculos visuales hacia el oeste para poder ver mejor. La baja elevación favorecerá, en cambio, la posibilidad de fotografiar al Sol eclipsado cerca de edificios, montes, monumentos o árboles…
Cómo será el eclipse total de Sol del 2 de agosto de 2027
La franja de totalidad comenzará en el océano Atlántico a las 9.30 h, hora de España, barrerá la costa norte de África hasta Egipto y cruzará el mar Rojo, algunas regiones de Arabia Saudí, Yemen, el norte de Somalia hasta terminar en el océano Índico a las 14.43 h. En Egipto -se podrá ver desde las pirámides- el momento de totalidad será a las 12.06 h (hora de España) y durará seis minutos y veintitrés segundos, uno de los más largos del siglo.
En nuestro país la franja de totalidad recorrerá el sur: Ceuta, Melilla, Cádiz, Málaga y las regiones más meridionales de Granada y Almería. La máxima duración de la totalidad será en Ceuta, con cuatro minutos y cuarenta y ocho segundos, a las 10.45 h hasta las 10.50 h. Podrá verse como eclipse parcial en todo el país con un oscurecimiento mínimo del 70 %.
Aquí se puede ver el recorrido.
Cómo será el eclipse anular de Sol del 26 de enero de 2028
La franja de anularidad comenzará en el océano Pacífico a las 13.06 h (hora de España), atravesará parte de América del Sur y cruzando el océano Atlántico pasará por Portugal para terminar en España a las 19.08 h. El máximo del eclipse se verá desde Brasil con una duración de la anularidad de diez minutos y veintisiete segundos, lo que lo hace uno de los más largos de este siglo.
En España se podrá observar como eclipse anular desde la mitad sudeste del territorio, en el resto se verá como parcial. En algunas ciudades como Sevilla, Córdoba, Albacete y Valencia tendrá una duración total de entre 153 y 147 minutos y la duración de la fase anular será de 7 minutos. Como sucederá sobre el final del atardecer se verá muy bajo sobre el horizonte por lo que habrá que buscar sitios despejados para observarlo.
Aquí su trayectoria.
El final de los eclipses totales de Sol
Para que la Luna pueda cubrir el Sol, a los ojos de los terrestres, su diámetro aparente tiene que ser igual o mayor y esto ocurre porque aunque la Luna es 400 veces menor que el Sol, está 400 veces más cerca de la Tierra. Pero por la interacción gravitatoria entre nuestro planeta y su satélite, lo que da lugar a las mareas, la duración de los días terrestres se está alargando y la Luna se está alejando. Lógicamente al ir alejándose su tamaño visto desde la Tierra será cada vez menor hasta que ya no pueda ocultar totalmente al Sol en ningún punto de su órbita. El momento del final de los eclipses totales se acerca a un ritmo de 3,8 cm por año, la distancia que la Luna se aleja de la Tierra. Si se mantiene constante, nos quedan 600 millones de años de estos eclipses. La buena noticia es que, al irse alejando la Luna, este ritmo se ralentizará y podremos conmovernos con este espectáculo todavía mil millones de años más.
Para saber mucho más, el Instituto Geográfico Nacional pone a disposición gratuita este libro que puede descargarse aquí.

Clear skies!
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