Pekín 2005

Fotos

Aquí podéis ver las fotos del encuentro:

Pekín, una experiencia hecha reflexión

Autor: Antonio Naval Mas

No estaba en mis planes ir tan lejos, pero la oportunidad se presentaba particularmente apetitosa. Las expectativas ante lo conocido a medias ofrecieron, una vez más, el goce inherente a todo lo que se vive como experiencia. La experiencia de comprobar que a pesar de los kilómetros no es tanta la distancia, y que distancia no es ni la historia ni la cultura, porque, igual que en todas partes, detrás de ellas lo que hay son gentes que quieren complacer y estar cerca, que con esperanza se enfrentan a sus problemas, y que luchan porque saben que es la forma de superarse y ser alguien. Al final, uno no puede menos que afianzarse en el convencimiento de que si los pueblos nos conociéramos mejor estaríamos menos enfrentados. Y, una vez más, lamentablemente, no se puede evitar la desazón de sentirse mera pieza en el juego de quienes, con el pretexto de necesitar del poder para lo que ellos llaman servir, enfrentan a los pueblos para poder seguir sirviéndose del poder. Quién puede dudar de la voluntad de convivencia después de haberse sentido hospitalariamente acogido por la dedicación de Wanglei (Cristina), y la simpatía de Yingying (Yesenia), de quienes se esforzaron para que nos sintiéramos cómodos en las universidades visitadas, como el estudiante Livio, de los taxistas, de las innumerables camareras y algunos de los vendedores, para quienes la picaresca no es más que el recurso de quien tiene que sobrevivir.

Convivencia, igualmente hay que decirlo, que también se ha dado en el colectivo viajante, y esmerada acogida la de los españoles que han elegido aquel país como casa. Es muy difícil que en un grupo tan numeroso, metido en el mismo embarque, no haya quien desentone al manifestarse como es, no siempre pendiente de los demás. Ha sido un buen test el comprobar que hasta los niños se encontraron bien entre los mayores. Esta convivencia, en el autobús y en la espera del despistado, en compartir el vino y el jamón, y en el sentirse solidario ante los desajustes del hotel…, forma parte de la experiencia gratificante que ha sido el conjunto del viaje.

Son muchas las cosas que han quedado por saber. He echado en falta un intercambio con más profundidad que me permitiera conocer sentimientos y preocupaciones actuales de los pobladores de esa ciudad, por ahora diferente, que es Pekín, de las valoraciones del pasado y expectativas ante el futuro de las gentes de este país, que es China. Por el contrario, he podido ver la magnificencia de una cultura, y la sublimidad de una forma hecha arte. Eso sí, no sin intuir el encorsetamiento de unas costumbres y la artificiosidad de un protocolo hasta neutralizar cualquier aspiración y anular toda libertad. Es la manera de tocar fondo que en toda cultura trae consigo la decadencia y la autodestrucción. Hasta en esto estamos cercanos orientales y occidentales. La locura que es el inabarcable mundo de la Ciudad Prohibida, el refinamiento hasta el lujo de la forma que es el bellísimo Templo de los Lamas, anonada hasta no poder reconocer la presencia de algo tan puro como es la ecuanimidad que propone el budismo. Es la misma locura que en occidente llevó a la construcción de palacios surgidos a raíz de Versalles y la misma exacerbación, hecha arte insuperable, de la que son documento algunas iglesias de nuestras religiones cristianas.

Toda contemplación solo se puede hacer en la concentración que exige cierta soledad. Entonces es cuando me he preguntado y me he preguntado mucho. Y entre estas preguntas que no he podido contestar ha estado el intentar saber qué es exactamente lo que queremos de este pueblo que quiere resurgir. Y me ha dado miedo de que el acercamiento al que antes me refería no se haga principalmente desde el conocimiento mutuo. A veces he tenido la sensación de que íbamos preferentemente motivados por la necesidad de satisfacer el ansia de consumir, que nos ha inoculado el ritmo vertiginoso, ya insoslayable, de la economía de occidente. Y lo que es peor, me ha parecido tener motivos para lamentar que estas gentes que, contrariamente a lo que les parece que hoy tienen por superado, encontraron en el Confucionismo, en el Taoismo y en el Budismo, razones para la convivencia, una sintonía con la naturaleza, y la posesión de claves para el equilibrio personal, en la medida en nos ven porque les visitamos, creen que son más porque han superado estas peculiaridades. Es legitimo aspirar, pero no están bien encaminados si a lo que aspiran es a tener, y tener mucho, y a ser más teniendo en abundancia, como los occidentales. He tenido que echar por la borda algún tópico facilón con respecto a las facilidades para aprovecharse de estos nativos, pero, a su vez, me ha dado miedo de que ellos no sean conscientes del engaño al que les podemos inducir, al creer que en occidente tenemos la clave de toda satisfacción.

Preferentemente el viaje iba motivado por la búsqueda de intercambio tecnológico y científico. Hay otros intercambios para los que desearía que estuvieran capacitadas y voluntariosas otras facultades de Humanidades y Ciencias Sociales de las universidades españolas. China no es solo una enjundiosa expectativa, sino un acuciante test de nuestra propia realidad interna.